Baleares rompe con los influencers tras la avalancha de 4.000 turistas en una cala de 100 plazas
La obsesión por el selfie perfecto ha desbordado calas vírgenes y miradores en Baleares. La promoción turística basada en influencers ha terminado teniendo un efecto contrario al deseado: más masificación, más impacto y menos sostenibilidad.
Las autoridades de las Islas Baleares han decidido poner fin de manera definitiva a sus campañas de promoción turística a través de influencers, tras constatar que esta estrategia —concebida inicialmente para aliviar la presión sobre los destinos más masificados— ha tenido el efecto contrario, favoreciendo la saturación de calas remotas y entornos ambientalmente sensibles.
El Govern balear anunció la semana pasada que cancelará todos los contratos vigentes con creadores de contenido en redes sociales. Según un portavoz de la Conselleria de Turisme, “la colaboración ha tenido el efecto completamente contrario al previsto y va en contra de nuestra política de contención del turismo”.
El caso de Caló des Moro
Uno de los ejemplos más claros de esta situación es Caló des Moro, una pequeña cala de aguas turquesas y arena dorada en el municipio de Santanyí (Mallorca). Con una capacidad estimada para unas 100 personas, la zona ha llegado a recibir hasta 4.000 visitantes y 1.200 vehículos diarios, según denunció el pasado mes de junio la alcaldesa, María Pons.
Como medida de contención, el Ayuntamiento decidió retirar todas las imágenes de la cala de su página web oficial y ha hecho un llamamiento expreso a medios de comunicación, agencias y operadores turísticos para que dejen de promocionar el enclave.
En Ibiza, el problema se ha repetido en el popular mirador de Es Vedrà, donde el Ayuntamiento optó por clausurar el acceso tras un aluvión de quejas por hacinamiento, retenciones de tráfico y acumulación de residuos.

Residentes de localidades como Santanyí y Cala d’en Porter llevan meses denunciando la invasión turística que les impide incluso disfrutar de sus propias playas. En algunos casos, los visitantes han llegado a acampar en terrenos privados únicamente para tomarse fotografías.
El rechazo a los influencers turísticos no es exclusivo de Baleares. En destinos como Bali, se han impuesto multas a quienes se fotografían desnudos en lugares sagrados, mientras que en Pomfret (Vermont, EE. UU.), se ha restringido el acceso a senderos otoñales tras el aluvión de turistas en busca de instantáneas del follaje.
Las protestas contra el turismo de masas en España van más allá del impacto ambiental. En el archipiélago canario, con 2,2 millones de habitantes, el récord de 17 millones de visitantes en 2023 ha disparado los precios de la vivienda y ha agravado la falta de alojamiento asequible.
El pasado fin de semana, decenas de miles de personas se manifestaron en Tenerife y Gran Canaria bajo lemas como “El turismo masivo nos deja sin hogar”, reclamando un nuevo modelo más justo y sostenible.
Paralelamente, el Ministerio de Consumo, con el respaldo del Tribunal Supremo, ha obligado a Airbnb a retirar 65.000 anuncios de alquileres turísticos ilegales en toda España, bajo amenaza de sanciones millonarias.
Con la previsión de que España reciba otro récord de visitantes este verano, tras rozar los 100 millones el año pasado, el desafío de compatibilizar turismo y sostenibilidad se vuelve cada vez más urgente.
En este contexto, las Islas Baleares, cuya economía depende en gran medida del sector, buscan fórmulas alternativas de promoción que no colapsen sus espacios naturales ni generen rechazo entre sus propios residentes.
La era del influencer en el marketing turístico balear toca a su fin. Se abre ahora un nuevo debate sobre cómo atraer visitantes de forma responsable, sin renunciar a la proyección internacional de un destino clave para el turismo en España.