Ya son siete los sospechosos por haber matado al oso Cachou
Desde un primer momento, cuando se decretó el secreto de sumario, hubo indicios de que la muerte del oso Cachou en la Val d’Aran no fue una muerte natural. Catorce meses después de que se hallara el cuerpo sin vida del animal, aquel 9 de abril de 2020 en la zona de Sobrepera, en Les, ya son siete las personas investigadas por haber acabado con la vida del oso (envenenado).
El último de los imputados es un agente de Medio Ambiente del Conselh Generau de Aran que se ha acogido al derecho a no declarar ante la juez que investiga el caso.
Según la juez, la detención se ha ordenado porque sus declaraciones eran contradictorias, era de las pocas personas que sabía en todo momento la ubicación exacta del animal y, por trabajo, podía moverse con libertad en pleno confinamiento total de la población por la pandemia de la Covidien-19. Por lo que se sospecha que podría estar involucrado en su envenenamiento.
Los restos del oso batido en el Ariège. Foto Twitter Elisabeth Borne
La instructora ha ordenado detenerlo y confiscarle el móvil y otros aparatos electrónicos que pudiera tener. Tras comparecer ante la juez, ha quedado en libertad.
En la causa, ya hay investigado otro técnico de Medio Ambiente aranés, cuya defensa ha pedido el archivo de la causa, alegando ausencia de indicios contra su cliente.
La investigación de los Mossos d’Esquadra y los Agentes Rurales, en colaboración con el Conselh Generau de Aran, reveló que uno de los investigados estaría facilitando información confidencial del movimiento de los osos en la zona a un grupo en el que había una persona vinculada a movimientos contra la presencia del oso en el Pirineo.
Todo empezó en pleno confinamiento por el coronavirus: el 9 de abril del 2020, encontraron muerto el oso Cachou en Les, en la Val d'Aran. En esta zona de los Pirineos, donde muchas personas se dedican a la ganadería, el oso molestaba a algunos, ya que se comía animales de los rebaños de manera puntual.
Cachou era un oso de especie protegida y los agentes de Medio Ambiente lo tenían muy controlado: llevaba un GPS que los alertaba en todo momento de su ubicación exacta. De hecho, fue gracias a este dispositivo que lo consiguieron localizar muerto y, aunque al principio parecía que había sido un accidente, más tarde descubrieron que lo habían matado envenenándolo.
