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Retiran las Clavijas de Cotatuero y estalla el debate entre ecología y legado montañero

Vie, 16/05/2025 - 09:06
Polémica por la retirada de las Clavijas de Cotatuero, un choque entre conservación y patrimonio
Un escalador en Las Clavijas de Cotatuero. (Foto: Blog Atronchado)
El corte de doce anclajes centenarios reaviva el debate sobre la gestión de la masificación turística, la recuperación de especies y la defensa del legado montañero en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

La polémica por el corte de las Clavijas de Cotatuero, uno de los pasos más emblemáticos del montañismo clásico en Ordesa, ha desatado un cruce de acusaciones entre ecologistas y alpinistas. Mientras las autoridades investigan el acto como sabotaje, se reabre el debate sobre la conservación, la masificación turística y el patrimonio cultural en los Pirineos.

El pasado 6 de mayo, un grupo de siete personas, que se identificaron como montañeras y ecologistas, cortó una docena de estas históricas clavijas, desatando un intenso debate en torno a la masificación turística, la conservación del patrimonio y la recuperación de hábitats faunísticos originales en este paraje protegido.

Instaladas en 1881 por encargo de un aristócrata inglés para facilitar el acceso de los cazadores a los prados superiores, estas clavijas han permanecido ancladas en la pared caliza del Circo de Cotatuero durante casi 145 años, convirtiéndose en un símbolo del alpinismo en la zona.

Quienes defienden su retirada aseguran que ayudará a favorecer el regreso de especies desaparecidas como el bucardo o el urogallo. En cambio, desde la comunidad montañera se condena el acto como un atentado contra la historia, la seguridad y la funcionalidad de una ruta de referencia en el Pirineo aragonés.


Historia y características de las Clavijas de Cotatuero

En 1881, el cazador británico Charles Buxton encargó al herrero de Torla, Bartolomé Lafuente, junto con Miguel Bringola, la forja e instalación de una serie de anclajes metálicos en la pared vertical del Circo de Cotatuero, con el fin de facilitar sus incursiones de caza en los prados superiores.

Estas clavijas de hierro forjado constituyen uno de los primeros ejemplos de equipamiento vertical en la montaña española, incluso anteriores a vías ferratas como el Caminito del Rey, en Málaga.

Aunque su uso original fue cinegético, pronto pasaron a formar parte de los itinerarios clásicos de ascenso hacia la Faja de las Flores y otras rutas de alta montaña.

A lo largo del siglo XX —y de manera más sistemática tras la declaración del Parque Nacional—, las clavijas fueron revisadas y reforzadas en varias ocasiones, especialmente en los años 90 y en 2010, cuando se sustituyeron piezas y se añadieron cadenas de seguridad paralelas.

Este mantenimiento buscaba conciliar la conservación del entorno con la seguridad de montañeros y equipos de rescate, ya que el paso salva un desnivel de más de 100 metros y presenta una elevada exposición al vacío.

Simbolismo y valor patrimonial

Las Clavijas de Cotatuero han trascendido su función práctica para convertirse en un auténtico símbolo del montañismo pirenaico, un patrimonio cultural y deportivo que refleja la evolución del alpinismo en España.

Los autores del corte, liderados públicamente por el activista Jesús Vallés, justificaron su acción como un gesto de “restauración ecológica” con el objetivo de “devolver a la naturaleza el santuario de los bucardos y los urogallos”, especies que, según argumentan, desaparecieron de la zona como consecuencia directa de la actividad cinegética que motivó la instalación original de las clavijas.

En un vídeo difundido en redes sociales y en panfletos repartidos en Torla, Vallés denunció la “agonía de Ordesa” y criticó que la montaña se haya convertido en un “parque de aventuras” que aleja a la fauna salvaje de su hábitat natural.

La masificación del Parque Nacional es un problema documentado: en 2014 se cerraron los accesos en 19 ocasiones por exceso de visitantes, y actualmente recibe una media anual de unos 600.000 turistas, con picos extremos durante el verano.

Sin embargo, los montañeros sostienen que la eliminación de las clavijas apenas influirá en el flujo de visitantes, dado que se trata de un paso secundario, transitado por entre 20 y 30 personas al día.

Reacción de la comunidad montañera

La comunidad montañera ha reaccionado con contundencia, calificando la acción como un “atentado contra el patrimonio, la seguridad y la historia”. La Federación Aragonesa de Montañismo ha emitido un comunicado oficial en el que lamenta lo ocurrido y pide una respuesta institucional que permita restituir el paso y proteger este elemento clave del montañismo clásico en los Pirineos.

Figuras destacadas del alpinismo como Juanito Oiarzabal calificaron la acción de “idiota” en redes sociales, mientras que Fernando Garrido advirtió de los peligros que entraña ignorar el cierre temporal del paso y puso en duda la eficacia ecológica de la medida.

Garrido subrayó que el paso permanece cerrado por motivos de seguridad y defendió la necesidad de un debate serio y participativo para definir el modelo de conservación del Parque Nacional.

El Gobierno de Aragón condenó oficialmente lo ocurrido, trasladó el caso a la Fiscalía y anunció la presentación de una denuncia ante la Guardia Civil por daños al patrimonio.

Por su parte, el alcalde de Torla expresó su preocupación por el valor simbólico y emocional que las clavijas tienen para la comunidad local. El Parque Nacional decidió mantener el acceso suspendido mientras se evalúan los daños y se estudia una posible restauración o sustitución por un sistema que garantice la seguridad de los montañeros y respete el entorno natural.

 

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